Ezequiel Montes Ledesma

por cruiz

Algo se sabe de un municipio llamado Ezequiel Montes ubicado en el Estado mexicano de Querétaro, conocido por su naturaleza trabajadora y lo bien habidos de sus habitantes, por el tamaño de sus ganados o por que alberga el tercer monolito más grande del mundo conocido como la Peña de Bernal.

Sin embargo es mucho menos lo que se conoce del personaje al cual honraron bautizando con su nombre al pueblo. Algunos nativos saben que las poblaciones vecinas como Cadereyta o Vizarron tienen como apellido el Montes de Ezequiel; pero no saben a ciencia cierta quien fue este hombre regordete y de mirada perdida. Pocos saben quién es este personaje cuya esfinge viste entre tantas otras la francesa Av. Reforma de la capital del país.

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Lo que me resulta extraño es que José María Ezequiel Trinidad Montes Ledesma no es un personaje que merezca el olvido al que fue injustamente sometido. Su papel en la historia fue bastante meritorio, aunque su lugar en la historia de bronce lo han ocupado personajes con claro oscuros mucho más tenebrosos que los de Don Ezequiel.

¿Por qué es que un hombre de tal grandeza, reconocido por sus amigos y enemigos, no tiene un lugar por más pequeño que sea en el santoral cívico
nacional?

La biografía de este hombre es tan espectacular como la falta de información que de la misma existe; se sabe que nació cuando aún existía la Nueva España, en el territorio y antigua alcaldía mayor de Cadereyta donde fue bautizado y criado por su madre hasta su muerte siete años después de haberlo dado a luz.

Se sabe que durante años radico entre Vizarron y Cadereyta donde estudió teología hasta que ingreso al Colegio de San Ildefonso a estudiar filosofía y latín.

Es en este tiempo santanista donde las ideas liberales empezaran a germinar en la mente de Ezequiel quien regresara a su lugar de origen para participar activamente en la política local. Será diputado por Cadereyta al mismo tiempo que estudia jurisprudencia en Querétaro; de donde poco tiempo después será mombrado diputado federal.

Ya portador del título de derecho, se dará el lujo como los grandes hombres de su época de ser maestro de derecho romano e hispano; profesión que ejercerá por poco tiempo; pues el escenario nacional lo aguardaba.

Tiempos Oficiales

Recién logrado el Plan de Ayutla con Antonio López de Santa Anna en el exilio; el presidente recién elegido Juan Álvarez, aquel otrora insurgente de tierras acapulqueñas reunirá a las mentes más grandes de la época, logrando un gabinete de excelencia donde estarán los principales adalides de la generación dorada del siglo XIX. Ignacio Comonfort en el ministerio de Guerra, Melchor Ocampo en Relaciones Exteriores, Guillermo Prieto en Hacienda y Benito Juárez en Justicia.

Ezequiel Montes será nombrado Oficial Mayor del ministerio de Relaciones Exteriores donde estrechará una gran amistad con el huérfano jacobino de Michoacán: Melchor Ocampo.

Tras el efímero gobierno de Álvarez, y la llegada al poder de Ignacio Comonfort, Ezequiel Montes quien estuvo un tiempo invitado por Juárez como juez propietario de lo civil en el distrito federal; volvería a ocupar un lugar nodal en la administración pública federal.

Ignacio Comonfort, previsor de las molestias que la iglesia sentiría tras la Constitución del 57, designo para el cargo más importante del momento a un hombre liberal pero mesurado, inteligente y sobre todo conciliador; poseedor de una retórica implacable y una bondad de alma bastante evidente: Don Ezequiel Montes Ledesma; quien ocupo el ostentoso cargo de Secretario de Estado y del Despacho de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública.

Tiempos de Dios

En este periodo Ezequiel Montes tendrá un épico debate epistolar con el Obispo de Puebla Antonio Pelagio de Labastida y Dávalos –quien también enconaría un debate intelectual con Melchor Ocampo- donde hará uso de sus conocimientos teológicos para fundamentar las leyes de reforma en las mismas leyes de dios.

En una de estas misivas se encuentra una cita a San Agustín donde duda de las pretensiones del obispo poblano argumentando que “Nada propio posee la Iglesia, sino la fe”. Sin embargo, su estancia en esta Secretaria fue muy breve, aunque bien lograda debido al golpe de estado que Comonfort -en uno de esos ejemplos surrealistas de nuestro país- se dará a sí mismo; ocupando Juárez la Presidencia de la República con lo que se da inicio al capítulo de nuestra historia perfectamente llamado la Guerra de Reforma.

Ezequiel Montes entonces fue designado por el propio Presidente Juárez como Ministro Plenipotenciario en el Vaticano, siendo el primer representante mexicano en el Estado Pontificio; asumiendo con una dignidad invaluable la negativa de recibirlo del jerarca católico: el Papa Pio IX.

Este es un ejemplo más del olvido al que fue sometido Ezequiel Montes; pues cuando se recuerda la formalización de las relaciones diplomáticos con el Vaticano; siempre se piensa en el régimen de Salinas de Gortari quien lo hace de forma oficial, o en el Porfirismo, donde las relaciones se restauran fácticamente; pero nunca se recuerda al oruindo de Cadereyta.

Con Don Benito

Después de este fracaso en tierras europeas, Ezequiel Montes Ledesma regresara a la Suprema Corte de Justicia bajo la presidencia de Benito Juárez. Al terminar su periodo en la jurisprudencia y aun durante los tormentosos años de la Guerra de Reforma, el queretano volverá a ser Diputado por el distrito de Zumpango en el Estado de México.

En 1861, Don Benito desesperado por apoyo internacional que lo reconociera como gobernante único del país y ávido de recursos, armas o cualquier otra forma de ayuda; designará a Ezequiel Montes Ledesma como Ministro Plenipotenciario en Bélgica. Tras el negro y romántico episodio de la opereta que fue el II Imperio Mexicano; Don Ezequiel ya desterrado en Francia será elegido desde allá diputado de Toliman y presidente del Congreso; por lo cual regresará a México para no irse jamás.

Su mayor vocación consistía en la oratoria y la defensa de los ideales liberales desde el Congreso, y en este oficio dedicaría muchos de sus años; siendo Diputado de Dolores Hidalgo, o de Huichapan. Los recuerdos que el Lic. Montes dejaría en este estrado serian innumerables, puesto que sus participaciones fueron siempre marcadas por la vehemencia y la cordura de sus palabras.

Después de Juárez

Después de la muerte de Juárez, el fulminante gobierno de Lerdo, el Plan de la Noria y la primera presidencia de Porfirio Díaz; Don Ezequiel Montes dejaría el estrado congresista para ejercer como Secretario de Justicia e Instrucción Pública del Presidente Manuel González, conocido como el “Manco” o el “compadre” por su relación con el caudillo Porfirio.

En el poco tiempo que ejerció en el gobierno de González, logro crear las primeras bases de la magna obra educativa que después concluirá Justo Sierra. Finalmente, tras una larga batalla contra los cálculos biliares, fallecerá el quince de enero de mil ochocientos ochenta y tres a la una de la tarde en su casa ubicada en la calle de Moneda en la capital mexicana.

De él sobrevivirán su mujer Doña Jesusa Rebollar -de quien no se sabe si tuvo hijos-, un municipio con su nombre y dos con su apellido, dos estatuas, un cuadro en la rotonda de hombres ilustres de Querétaro y otro que el mismo donó en el palacio municipal de Cadereyta.

Después de haber visto morir a la mayoría de los célebres hombres de la generación liberal –Juárez, Ocampo, Prieto, Otero, Santos o Zaragoza- Ezequiel Montes los acompañaría en el panteón de San Fernando, aunque injustamente no estará con ellos en el santoral cívico, donde sus nombres acompañados de los caudillos insurgentes o los hombres de la revolución fundarían la historia de bronce de nuestra nación.

 

Ezequiel Montes Ledesma

Ezequiel Montes Ledesma

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